A prósito de la mención al MAM* en el artículo para Etiqueta Negra, deseo agregar algunas reflexiones sobre el tema a este intercambio pseudoepistolar.
Desde la más tierna infancia tuve una seria aversión por el deporte. Sin embargo, una amiga me inscribió en este asunto y tuvo un resultado genial. Era un gimnasio en el centro, a dos cuadras de la Plaza de Armas. Entre el público participante había señoras gordas, hombres jóvenes con cara de sudamerican rockers, viejos de bigote, chicas teñidas. . . Se llenaba de oficinistas a medio día, a los que después de ver sudar bailando frenéticamente por una hora, me topaba en la ducha y los camarines medio desnudos, y luego a la salida, con unas falditas secretariales y unas corbatillas burocráticas nuevamente impecables. Definitivamente fue una experiencia antropológica, sociológica y etnocultural valiosa para una "Vitacura girl" como me llamaba mi amigo gringo Greg. Aunque no sea lo más políticamente correcto decirlo. Van ahora las reflexiones.
Reflexión nº 1. ¿Desde cuándo va la gente normal al gimnasio en Chile? Especulé que la llegada de la democracia y los retornados habría influido en este cambio cultural. Pero al parecer se debe a la apertura al libremercado. En la más Chicagoboy. SQUASHGYM, en Merced 753, fue fundado en 1983. ¿Qué tal? Feliz combinación de aperturas políticas y económicas para el "corpore sano" chilensis!
Reflexión nº2. El cuerpo y la máquina. Disfruto relacionarme con la máquina. ¡Horror! En vez de jugar un saludable deporte que me permita aumentar la vida social y las habilidades relacionales, de agilidad y trabajo en equipo. . . (y esto sobre todo a nivel intelectual) prefiero este asunto en que uno se concentra, hace lo que tiene que hacer maquinalmente, puede pensar todo este tipo de sandeces mientras se ejercita y lo mejor. . . no le echo a perder el equipo a nadie. Me he sorprendido de mi individualismo a nivel deportivo, espero que no tenga repercusiones de otra índole. Aunque me temo que sí.
Reflexión nº3. Subterráneo versus aire libre. Me cuesta creer que soy capaz de pagar mensualmente por pedalear durante una hora; en un lugar lejos de mi casa; bajo tierra; sin desplazarme; sin cambiar de paisaje; rodeada de otras personas que sudan como yo, a menos de cinco centímetros de distancia. La descripción no suena ni mínimamente tentadora. Cabe preguntarse ¿por qué no hacerlo gratis, en una bicicleta normal, por una calle del barrio?
La única respuesta posible es que el aire libre implica una dosis de libertad que prefiero poner bajo control vía dinero, subterráneo y lo demás. Es en el gimnasio donde finalmente he comprendido que la libertad implica voluntad. Extraño lugar para disquisiciones de este tipo, pero bueno, es una de las ventajas de la máquina. Se puede pensar por mientras. Las cuatro series de ejercicios de a 15 me recuerdan las características relajantes del rosario. Repetir el mecanismo y seguir adelante, mientras la cabeza sigue navegando en otra parte.”
*Movimiento Anti Movimiento
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