Wednesday, June 08, 2011

El otro gris

Hay veces en que Santiago muestra un gris exquisitamente amable, limpio y húmedo por el que uno puede moverse como si anduviera por agua. Hoy, que es un día de esos, caminar por el centro es un placer de aquellos viejos, memorables, como encontrarse con un amigo que no se veía hace tiempo.
Con mi bolsita de la Catrina, me sentí como el pato y la muerte, moviéndome sutil y lentamente por la ciudad: compré un libro sobre Darwin en una librería preciosa en Huérfanos, conversé con el vendelibros sobre Rilke, eligí una Moleskine roja y sin líneas para este momento libre y amoroso de mi vida.
Seguí rumbo al barrio Bellas Artes y me sentí devuelta en Santiago, Santiago de Chile, SCL, con sus aspiraciones y su smog y su gente -que pareciera que no se divierte mucho, pero igual lo pasa bien y es amable si uno sonríe-.
Entré a un café donde me siento en casa y almorcé crema de zapallo, mi sopa favorita. Y pensé como todo este placer de estar en calma y sola conmigo, adicta a derrochar el tiempo, podría también contárselo a otra gente para que viniera y caminara grisáseamente, como yo, alguna otra tarde de invierno.