Monday, January 09, 2006

autopublicación

UNA AGENDA CONTRA EL OLVIDO

¿Que sucede cuando una historiadora anota todo lo que hace
por el miedo a olvidarse de su vida?

Un texto de Maureen Halpern

3 Agosto 2000
► Vuelo Santiago-Milan-Tel Aviv
► Desmayo en el avión/aeropuerto Milán

Si no lo escribo, me voy a olvidar. Desde los doce años, anoto todo en una serie de agendas. Día tras día, registro en ellas cada acontecimiento de mi vida con flechas, dibujos o frases telegráficas que cuentan lo que he hecho. Desde ir a trabajar [“tr.”], o estudiar [“est.”], hasta la última película que vi [“al cine a ver X”], con quienes fui a almorzar [“comer en X con Z”], y, por supuesto, a tomar café. Apunto el nombre del lugar y, si vale la pena, el nombre de mi ocasional compañía. Es el ocioso registro de una detective que se persigue a si misma en sus hechos mas banales. Mi pasado con cuentagotas, sin adjetivos, nada de literatura. Y para no olvidarme del futuro, también registro las tareas que debo hacer [“XX hrs. reunión con ZZ”], e incluso las que me gustaria hacer [“Ir a esquiar”], aunque se repitan en forma maquinal semana tras semana. Registro todo aquello que me haga recordar mañana lo que hice ayer. Olvidar es de las pocas cosas que he aprendido en la vida. Mi madre me cuenta que de niña tuve una singular capacidad para evadirme de las cosas que me aburrían. Les daba la espalda y comenzaba a vivir en una dimensión paralela. Un dia perfeccioné este don hasta llegar a olvidarme de todo. Se convirtió en maldición y tuve entonces que comenzar a escribir. Es mi terror a olvidar. Acabo de cumplir veinticinco años, soy historiadora, y me doy cuenta de que llevo cerca de cinco mil dias resumiendo el irreal paso del tiempo.
Todo comenzó como el clásico diario de vida, un juego de niñas, pero con el tiempo descubrí que tenía que hacerlo y no podía exceptuar ningún día en el registro: cada vez que no anotaba, no recordaba. Mi agenda fue adoptando un estilo generacional, de acuerdo con mi edad y la época que vivia. Existió la versión “Diario de vida" con el relato minucioso de peleas y amores infantiles. Había registros gráficos del primer hombre con quien bailé una cancion lenta, papeles de chocolates, boletas y entradas al cine, ademas de alguna flor seca que probablemente me regalé a mí misma. Fue la epoca en que todos los detalles de mi adolescencia se concentraban en las hojas de una agenda con el nombre de "Top Secret". Salpicada de frases elementales como “los hombres son como los barcos, llegan, atracan y se van”, Top Secret tenía en su primera página una amenaza de muerte para aquel que lo leyera sin autorización. Mi amenaza de muerte, por supuesto, jamás detuvo a mis queridos hermanos.

15 Noviembre 2004
► Negociaciones para visa USA

Con el tiempo, Top Secret tuvo sucesivos ejemplares y modelos hasta que cedió a una expresion más madura: la agenda prefabricada, esas con los dias, el santoral y un calendario del mes. Intenté superar mi etapa adolescente: renunciar a anotar, por ejemplo, el menú del dia, y todos los nombres de las personas con las que había conversado. Al final fue un engaño, porque lo único que me interesaba era no olvidar. Recordar, por ejemplo, mi primer concierto de Soda Stereo en el Estadio Palestino: lo anote con semanas de antelación en una agenda que fue un escenario en miniatura de esa cuenta regresiva. Sobre la fecha aparece finalmente la palabra “cancelado”: la caligrafia es furiosa. O recordar tambien mi militancia en el Movimiento Anti- Movimiento (MAM), una perezosa revuelta escolar que nació como protesta a la clase de Educación Física de mi colegio. Sólo tuvo dos adherentes públicos: una que aún lo evoca cada vez que debe correr tras el bus; la otra que se convirtio en monja para evadir la palabra deporte de por vida. Gracias a esa agenda puedo aun recordar esos días en que sólo registraba la palabra ‘vegetar’. Quisiera contabilizar la frecuencia del verbo ‘vegetar’ en mis agendas en comparación con la frecuencia de la abreviatura ‘tr.’ (mi eufemismo sicológico para trabajar), y hacer un promedio de mi calidad de vida.

30 Diciembre 2005
►tr.

Tiempo despues, mi agenda-memoria adoptó el concepto del “Cuaderno Personal” para mantener conversaciones con Dios. Era un objeto cuidadosamente decorado, que cubrí unas veces con un papel azul y dorado traído de Florencia, y otras con un papel de notas musicales proveniente de Paris, donde escribía con una pluma fuente, una Lamy amarilla. Intenté dar a través de esta agenda una logica más metafísica a mi memoria. Si compartía con Dios mis sentimientos, quedarían consignados en una memoria suprema que me relataría en el futuro todos los sucesos de mi vida. Pero no hubo continuidad en mi vida espiritual y maté el concepto. Los recuerdos sólo funcionan cuando son periódicos. El olvido es sólo otro nombre para el caos.

15 Enero 05
►Full peluquería
►Al cine a ver ‘Bridget Jones 2’
►Comer al ‘Barcelona’ con amigas

Toda esa memoria en garabatos se halla en el cuarto de mi casa de Santiago ocupando varias repisas de un armario con libros. Mis agendas y sus derivados se apilan junto a Eliot, Vila-Matas, Unamuno, Edgard Allan Poe y Huizinga, pero sus lomos de colores las diferencian y delatan las edades a las que pertenecen. Las flores son de la infancia, el café riguroso fue un intento de seriedad universitaria que interrumpieron los cuadros de Miró, y mi agenda de 2005 son comics de gatos del New Yorker, un regalo que me trajeron desde San Francisco. Es que si la agenda irá como un imponderable a todas partes —sólo me compro carteras en donde ellas quepan— por lo menos ha de ser una agenda hermosa. La memoria tiene sus predilecciones estéticas. Ya he perdido la cuenta de cuántas guardo. Sólo creo saber con detalle su orden cronológico, y el recuerdo que evoca cada una. Sin embargo, sus páginas siempre me sorprenden con una historia jamas contada.

9 Abril 2005
► 15:00 peluqería
► casa de Trini. Sacar fotos con la novia
► 20:30 Matrimonio Mauricio Halpern y Trinidad Rivera
Iglesia Divina Providencia y Casona Las Condes

Ahora vivo en Viena, donde vine a estudiar alemán. En mis veinticinco años he viajado por lugares como Sudafrica, Israel y Bolivia. Mi agenda es parte obligada de mi equipaje. Aun cuando decido viajar liviano, no puedo olvidarla. En ella no sólo está el registro del día a día, sino que también están las hojas blancas para tomar nota de libros que quisiera leer, peliculas que veré y personas a las que debo telefonear. Sus páginas deben estar siempre prestas a guardar el nombre de un lugar, que de no ser registrado de inmediato será olvidado. Es por eso que, entre las modalidades de mis agendas-memoria, existe también la version “Bitácora de Viajes”. Eran unos cuadernos artesanales. Las primeras bitácoras fueron un ejercicio compartido con una amiga de otro colegio. Fue el unico modo que encontramos de contarnos en un mismo cuaderno los viajes que no podiamos hacer juntas. Me ha costado retener esos cuadernos lejos de aquella amiga, su coautora, y siento que ya no puedo devolverselas. ¿Cómo deshacerse del recuerdo de un viaje atiborrado de nombres propios? Las ciudades, los cafés y las plazas causan un mayor caos a nuestra memoria. Los nombres y los numeros estan hechos para olvidarse. Nombrar algo es la comprobación continua de la certeza de olvidar. Para evitar esta evidencia irremediable, hemos inventado nombres genéricos que como una llave magica intentan dar sentido a las lagunas mentales, pero no siempre funcionan.

18 Noviembre 2005
► Concierto banda belga “Deus” en la Wien Arena
► Fiesta con la banda!

Hay días en que intento comprender por qué me aterra tanto esta certeza de perder la memoria. La verdad nunca consigo llegar a entenderme. Estudié Historia en un intento por aprender del pasado, pero al final cada clase era como asistir a la sesión de un cuentacuentos que jamás podré repetir. He olvidado todo lo narrado. Sólo me queda el consuelo de que, cuando eso suceda, podré revisar mis agendas, si es que me acuerdo de ellas. Mi familia ya esta advertida. Al leer, al ver, recordaré. Lo extraño es que, aunque no recuerde nada, me sucede que cuando abro una página de mis agendas, el color del lápiz y el comienzo de una frase bastan para recordarme el momento exacto. Entonces la música viene a la cabeza y la historia con sountrack se repite. Si quiero revivir una historia muy querida, por ejemplo, mi memoria visual me devuelve a una agenda de cuero café. Busco la semana previa a mi cumpleaños, y en la página de aquel lunes aparece:

20 Octubre 2003
► Goethe Institut, a ver ‘Maximilian Hecker” con GMC

Sin mis agendas no hay memoria, y mis sentimientos se esconden. Basta una de ellas para revivir una historia de encuentros y desencuentros, de Santiago en primavera, y otras confesiones sin destino alguno. En las hojas de las semanas siguientes se ve la evolución, el climax y el desenlace. Entonces recordar parece algo mágico, y restituye el cliché de su significado latino —“volver a traer al corazón”— que casi nos convence de volver a confiar en la memoria. Pero la certeza de olvidar parece siempre irreversible. Es simple: me cuesta reconocer en el pasado la diferencia entre ayer y antes de ayer. No soy capaz de relatar lo que sucedió hace un mes porque mis dimensiones del tiempo no son las del calendario. Intento recordar y no puedo. Me gustaría poder revivir esos minutos para reirme de mis actuaciones, para llorar por una mala performance. O para volver a enojarme conociendo el final de esa historia.

9 Diciembre 2005
► 8:15 Clases Universität Wien
► Trabajar texto Etiqueta Negra
► 20:00 Al cine a ver DIE CHRONIKEN VON NARNIA-DER KÖNIG VON NARNIA
► Comer kebabs con chicos de la ONU.

2 comments:

señorita said...

mi querida ex compañera... qué lindo escribes y cómo me representa el tema de los diarios de vida, aunque lo mío no tiene un método tan riguroso como el tuyo y el año que recién pasó estuvo medio abandonado... no escribí más de cinco páginas en todo el 2005, pero mi vida quedó plasmada en diez cajitas con vidrio, que dan cuenta de mi vida en buenos aires. el collage fue la manera que tuve para recordar después. quizás porque yo misma estoy siendo un montón de pedacitos...
sabes que yo también ando con mi cuaderno por todas partes? incluso aunque no lo use mucho... tanto así es que si viajo en avión lo llevo conmigo en la cabina, pq si me roban la maleta con el diario dentro, muero.
muchos besos. si vas a buenos aires te llevaré a café nucha, mi favorito en baires. tú te tomarás el café que prefieras, yo un blend de té verde con rosa y jazmín.

tnarrativo said...

Definitivamente dejamos en vistas eso del café. Sin tiempo, sin horas, sin destinos. Sólo un largo café. Qué te parece?
Queda en la lista de mi agenda de Hundertwasser 2006.