Wednesday, February 15, 2006

Quiero vivir en Córdoba


Mis espectativas sobre Córdoba eran mínimas. No sabía nada de nada. A estas alturas del viaje, ya olvidé la parte del estudio previo y opté por abandonarme al destino y esperar sorpresas: "déjate llevar" como rezaba el slogan del transporte público en Granada, es mi nuevo lema.

Bueno, y resulta que quiero vivir en Córdoba. En la preciosa plaza de Tendillas, que tiene una fuente que dice las horas a cada cuarto con sonido de guitarra, llegamos tipo 9 de la noche a un hotel-hotel, con baño incluido, toallas y vasos sanitizados + jabón con logo del hotel. Desconocido para lo que hasta ahora había sido el hostal tipo mochila con baño para todos. Para colmo, el hotel se llamaba Boston: recomendable a cualquiera que vaya. Salimos a dar un paseo por la ciudad en dirección a la famosa mezquita que nos había llevado a deternernos ahí. Una vuelta rápida por las tiendas (aunque cerradas) nos hizo darnos cuenta de que el barrio en que estábamos tiraba para pijo, si no la ciudad en general.

Y caminado por el barrio de la Judería -declarado Patrimonio de la Humanidad- me hizo querer quedarme ahí por mucho rato, callecitas estrechas, casas blancas y cada tanto una plaza con naranjos y palmeras que me recordó las descripcioones del Calormen de las Crónicas de Narnia. Bellísimo.

Al día siguiente, dimos vueltas por todo el casco histórico viendo hitos, pero solo quiero comentar dos: la Mezquita-Catedral y laIglesia de San Miguel.



Vimos primero la mezquita de noche ilumninada, y la verdad no descubrí mucho los méritos que la hacen famosa. Pero entramos al día siguiente: IMPRESIONANTE. Nacida como iglesia gótica, transformada en mezquita y luego nuevamente en catedral católica, es una mezla de todo lo anterior. Un poco cansada ya de toda la imaginería y decoración barroca, lo que me impactó en mayor medida fue al profusión de columnas y arcos tipo islámico que llenan el gigantesco espacio de oración. A pesar de que no queda claro en que dirección se realizaban las liturgias para cada una de las religiones (la nave central no se percibe desde la entrada y aun así hay en ella dos altares opuestos; además hay mil mini capillas tanto alrededor de la nave central como contra el perímetro) perderse en ese bosque de troncos de piedra negra y blanca con follaje rojo fue una experiencia increíble. Me gusta el efecto de repetición, acumulación y perspectiva: y más todavía la sensación de desorientación ante proporciones enormes.

La iglesia de San Miguel es una Iglesia pequeña y acogedora, muy bien tenida, con una bonita y sencilla nave central tipo románico, una imagen importante de la virgen en el altar y una capilla sagrario barroca con -por fin!- la luz del Santísimo prendida. Aunque no había misa, la gente que entraba y salía eran parroquianos. Es la primera iglesia (exceptuando la de Barcelona donde fuimos a Misa) en que ví a un sacerdote. Se notaba que estaba viva: había flores frescas y entre los pilares volaba una paloma, simbólico signo del Espíritu Santo. Del sacerdote solo ví las mangas, porque estaba confesando.

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