Hace un par de días, que se han convertido en semanas, me ando despidiendo de la gente. Ando con la amenaza en la boca... 'es que la próxima semana me voy', pero nada. No soy -y no son- capaz de despedirme. Todos los adios se siguen de un 'te llamo para ver cuando nos juntamos de nuevo', 'el xx [día] nos tomamos otro café' o simplemente, 'hasta luego'.
No sé cuál es el proposito de eso, pero hasta ahora ha resultado: no me he despedido de ninguno y en mi agenda no cabe un café más con alguien a quien ya dije adios una vez. No es masoquismo, lo prometo, es sólo divertirse. Es querer verse, es querer pasarlo bien, es querer hacer cosas. Me niego a decir adios y sentarme en mi casa a llorar. Bueno, cosa que de paso no sucede, porque ya sabemos, Wien no llora.
Es que en estos meses he conseguido buenos amigos. Muy buenos. Diversos, distintos, geniales y buena gente. Todos, al final del día, comparten algo de lo que soy y de lo que me gusta. Muchas veces, el café, la música, el cine o pasear. Eso es!
Hoy es la comida de despedida con mis primos. La comida oficial, en un restorán elegante con brindis y cuantas que nadie mira. Será un lindo momento. Sólo espero ser capaz de decir gracias. Muchas veces y en los idiomas que corresponde.
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1 comment:
Son lindas las despedidas, no? A mi me gusta mucho ese concepto de cierre de un momento. Además, son espacios propicios para decir cosas, porque en cierta forma uno hace un alto, mira hacia atrás, repasa lo bueno y lo malo y habla. Ojalá puedas hacerlo con todos y dejes los nuevos cafés fijados para otro momento (encuentros en el futuro)u otro lugar (invitaciones a Santiago, por ejemplo?)
Suerte.
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