Thursday, May 12, 2011

Mesa, cama, rezo. O sobre como transformar el tedio


Por lo general en la vida he logrado convencerme de la ventaja de ciertas cosas que me costaba hacer y que luego asumo con alegría y hasta con gracia. Cosas que odiaba de chica, como poner la mesa, hacer la cama y rezar el rosario, logré darlas vuelta en diferentes momentos.

Lo de poner la mesa dejó de parecerme horrorosamente aburrido cuando lo sistematicé (debo haber tenido 13 o 14 años). Era por lejos la tarea más aburrida, porque uno llegaba a la cocina en plan de alquimista, con un enternecedor "puedo ayudar? " y la respuesta "pon la mesa" era por kilómetros lo más distante de la emoción de mezclar ingredientes y revolver ollas. Pero el método de 1) buscar todos los elementos en la cocina, 2) agruparlos unos sobre otros para hacer la menor cantidad de viajes y 3) acarrearlos al comedor para disponerlos sistemáticamente sobre la mesa -el orden era individuales, plato de fondo, plato de servilleta, vasos, cubiertos, servilletas, jarro de agua, salero y pimentero- hizo de la tarea algo menos aburrida. O al menos más rápida.

Lo del rosario me había cargado desde siempre. Repetir lo mismo sin cesar (¡y sobre todo en grupo!)me parecía la tarea menos motivante del mundo. Lo peor es que algunas profesoras nos decían que había pensar en lo que estábamos rezando.Me imagino que su argumento era que no repitiéramos como loros, pero pensar 50 veces lo mismo en forma continuada….no sé quien podrá defender que no es un desafío a la paciencia de cualquiera.

En marzo del año 97, hubo un accidente aéreo en Arequipa en el que murieron varias exalumnas, hermanas de alumnas de mi colegio. En una de las misas, la superiora explicó las propiedades del rosario según una anécdota del padre de una de las accidentadas. Este señor -dijo-, cuando le preguntaban cómo enfrentaba con tranquilidad la muerte de su hija, señalaba que andaba bien gracias a 50 pastillas diarias de un remedio sumamente eficaz… El interlocutor posiblemente habrá pensado en la homeopatía, esas pequeñas pastillas tamaño caviar que en dosis constantes curan enfermedades mágicamente, pero este señor hablaba de cruz y cuentas.

No sé si fue ella o lo leí en otra parte, pero otra cosa que me hizo encontrar un aspecto nuevo en la oración del rosario fue asumir que no debía estar concentrada para rezarlo, sino que perfectamente podía dejarme llevar por el ritmo de la oración y a través de la repetición ir abandonando las preocupaciones. Me desenojé con el rosario al ver que otras culturas en el Medio y Lejano Oriente también usaban el sistema para lo mismo: desconectarse del mundo y entrar en uno. Así que empecé a rezar después del colegio camino a la casa todos los días. Y la costumbre me hizo valorar su efecto curativo y balsámico. Y ahora, cuando estoy muy nerviosa o no puedo dormir, rezo el rosario. Es buen sueño certificado.

Hacer la cama feliz fue el descubrimeinto más tardío , estaba ya en la universidad. En los cursos superiores necesité estudiar desde muy temprano en mi pieza. Un día, ante la tentación de la pereza , decidí cronometrar el tiempo que me tomaba hacer mi cama. El resultado: ¡menos de 4 minutos! Desde entonces la hago gustosa. Tener la cama hecha es la sensación de que el día empezó y hay que ponerse manos a la obra. Y aparte es un legado de mi abuela Saru, que competía con la nana que fuera en hacer su cama antes que nadie.

En resumen, creo que las estrategias que se esconden detrás de estos tres cambios son:
  • LA MESA: proveer una estructura y un protocolo para desarrollar una tarea.
  • LA CAMA: medir el tiempo y controlar los límites y el esfuerzo de la actividad en relación con el resultado.
  • EL ROSARIO: reorientar la tarea y encontrarle un sentido nuevo, en este caso, liberador.

Fin por hoy. Sobre el rosario volveré a escribir, se vienen nuevos posteos.

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