Monday, June 12, 2006

Almuerzo Discovery

Hay un problema con mi padre cuando estamos en Cachagua. Uno cree que está sumergido en la conversación general, pero de verdad, a pesar de que disimula bien, tiene los ojos puestos en el mar. En medio de cualquier tema, derrepente salta y exclama de improviso: ¡¡Que fue eso!!¡¡Miren!! ¡¡Allá! ¡Detrás de la ola! ¡¡Hay un ...qué es!! ¡¡Cómo salta!! ¡¡Es increíble! ¡¡Dónde están los largavista!!

Hoy estábamos almorzando y se produjo uno de esos momentos. Inmersos en algún tema, la interlocutora (en este caso WIEN) se quedó con las palabras en la lengua y hubo de poner sus ojos y atención en el mar: primero vimos saltar uno, luego dos: eran delfines. A medida que observábamos las olas nos dimos cuenta de que no eran solo dos, además había un tercero... y un cuarto!. Nos alegramos de que hubieran vuelto a la zona las tuninas que se habían instalado hace tiempo en la bahía de Zapallar. Creímos que había crecido al familia.

En eso, los binoculares llegaron a manos de alguien (los platos se enfríaban sobre la mesa sin importancia) y comenzamos a distinguir más y más aletas sobre las olas: 7, 9, 12... Finalmente llegamos a identificar más de treinta delfines en diversos grupos. Unos saltaban, otros nadaban persistentes, unos iban hacia el sur, otros volvían al norte, unos se alejaban, otros se acercaban a la costa. Tras media hora, el grupo inicial se disgregó y algunos llegaron a la zona en que el sol se reflejaba sobre el agua. ¡Y saltaban!

¿Alguien entiende el amor por la fauna marina? De aquí es. Por eso amamos al chungungo surfista, a las tuninas y a todo lo que suene a Discovery Channel.

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